TEXTOS

Vacio 

Belkys Scolamieri, texto producido para 'Adentro del lado de Afuera', CCEC, Abril 2015.

“… porque la realidad que nos toca, la que yo tengo hasta hoy, no es una realidad que me satisfaga. Creo que la razón que me mueve (o por lo menos debería moverme) es el hecho de modificar la materia que trabajo… modificar la realidad que me circunda, lo que conlleva una modificación de mí mismo”.
Victor Grippo 1981

Nuestros encuentros quedan pendientes.. lejos estamos de haber encontrado la salida.
Él describió la escena, parecía estar viendo la foto con el ojo agudo de su oficio. Luego su mirada se ablandó, se puso dudosa y abrió el juego.
Compartir una pregunta..y  después otras. Instalar su mas genuina incomodidad, su sensación de saturación, de hartazgo, de urgencia.
Aun así, la salida no puede ser desesperada. Ante la asfixia, prefirió pensar la salida de emergencia:  él no subestima al enemigo.
Esta muestra podría comprenderse como la instancia de emergencia de un complejo proceso de producción que incluye etapas  y no descansará mientras un sistema intente fagocitarlo. Irá- seguramente- inventando otro sistemas, proponiendo otras posibles salidas.
Un papel en un bolsillo no reviste ninguna trascendencia, cualquiera puede ser su contenido, es  posible que haya llegado ahí sin tener registro de cómo ni cuando. “Colección” , “recolección”?  en verdad no son precisamente ideas que ayuden a comprender la operación. En ambos casos (colección y recolección) implican una intencionalidad, sin embargo la circulación de los volantes en el espacio público se reduce a una acción mecánica que nos encuentra tomando pasivamente lo que una mano anónima nos deja compulsivamente. Este intercambio, generalmente no está mediado por ningún interés, podemos desconocer el contenido y ni siquiera cruzar una mirada con el sujeto que tenemos enfrente.
En la simpleza del gesto, en el desconocimiento de la complejidad del aparato que se pone en movimiento en esa recepción automática, está el potencial y la efectividad del sistema. Ese gesto es indispensable para poner el aparato en funcionamiento (1).
Pero nada dice el prospecto del sistema de cuando ese papelito, tan insignificante e ineficaz en una etapa de su circulación, va a parar en un bolsillo y llega al final del dia, junto con otros, acopiando un conjunto importante de datos inútiles. Y luego, a la mesa de trabajo del artista, para quien este material es nada menos que el dispositivo que dispara las preguntas mas profundas acerca de este sistema (2).  Manuel  pudo detener ese eficaz funcionamiento, dejarlo en evidencia, desviarlo, interrumpirlo con sus preguntas y cambiar el rumbo.
Crear un propio sistema . Un modo de producción sistemático,  tan estético como crítico.(3)
Nuestros encuentros quedan pendientes.. lejos estamos de haber encontrado la salida.

Un varazo.
Belkys.

1)
Guy Debord. “La Sociedad del Espectáculo”. Cap II . La Mercancía como Espectáculo. Pag 29.

53
La conciencia del deseo y el deseo de la conciencia son idénticamente este proyecto que, bajo su forma negativa, quiere la abolición de las clases, es decir, la posesión directa, por los trabajadores, de todos los momentos de su actividad. Su contrario es la sociedad del espectáculo, donde la mercancía se contempla a si misma en un mundo que ella ha creado.

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(2)

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(3)
Levantó la cabeza. La giró lentamente
doce veces, abarcando treinta grados
exactos cada vez, para controlar la precisión de todos los relojes.
La aurora boreal invadía
el ecuador en todo su
perímetro.
Abrió con suavidad el séptimo cajón
de la mesa, y con la mayor suavidad,
aún introdujo la mano.
En ese momento todos los olores
despertaban, elevándose apoyados en
la luz dorada que se adueña lentamente
de todo el recinto.
Contuvo la respiración con método, hasta
que su corazón se detuvo por un instante,
la Tierra quedó fija sobre su eje.
Entonces, con absoluta certeza, clavó
sobre el metal sostenido con su mano
derecha, aquella herramienta cuya dureza
sólo él había sabido conseguir.

Victor Grippo 16 de Julio 1969.


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04/12/13 Alberdi – Córdoba – Argentina – América del Sur.

Belkys Scolamieri


En primer lugar necesito aclarar el hecho de que este texto hablará en primera persona y en la acción de “intentar”, que por definición no garantiza una certeza.

Hoy es Miércoles 4 de diciembre de 2013 y tengo la sensación de saber nada de lo que creí haber sabido hasta ayer. Vuelvo acá a justificar mi falta de rigor en un tipo de escritura adecuada, pero antes de superar esta emoción por todos los argumentos que seguramente sucederán a los hechos, es que decido cargar estas palabras con la enorme sensación de dolor que lo que está sucediendo entre ayer y hoy en Córdoba me han provocado. Luego de una larga noche que alternaba entre un sueño liviano interrumpido por los ruidos de una ciudad en ebullición y la música a la que recurría para intentar dejar en segundo plano ese escenario de balaceras y saqueos, me dispongo frente al trabajo que he comenzado a elaborar el día anterior. Hoy no soy la misma (parece una frase cursi de una rockera light) sin embargo todo lo pensado, todo lo leído adquieren otro sentido en este contexto: el de la experiencia.

Si bien no es el Psicoanálisis el que me dé los argumentos para tratar de hacerme entender, precisamente frente al cual Guattari y Deleuzze desarrollan en parte su pensamiento, es una idea introspectiva la que me hace preguntar: cómo somos a partir de la forma en la que nos vemos?, o dicho de otro modo: que mecanismos elegimos para introducirnos en nosotros mismos?. Creo que Benjamin ( una vez mas) me arrima las razones por las cuales pensar que el modo en el que estoy desarrollando el presente texto, atravesada por estos sentimientos encontrados encontrará la “calidad” adecuada que me orienten en la “tendencia” que pretendo transmitir.

Ayer a la tarde, cuando en la ciudad comenzaron los saqueos, simultáneamente a en las redes sociales de internet comencé a leer declaraciones contradictorias, me figuraba la cantidad de personas que de manera sedentaria accionaban a través de una red mientras que en otro escenario otro conjunto de un numero parecido de personas se agrupaban bajo un concepto diametralmente opuesto al de mero contacto. En los barrios alejados del centro de la ciudad de Córdoba las personas se organizaban y entraban compulsivamente a los grandes supermercados y arrebataban todas las mercancías inaccesibles hasta ese momento. El fenómeno se replicó en uno y otro punto de la ciudad y proliferó dejando la ciudad devastada. Las condiciones estaban dadas: la policía auto acuartelada por reclamo salarial dejaba la zona liberada. La oportunidad de demostrarnos que podíamos vivir sin el control institucional se desvaneció o nunca existió, por el contrario fue la oportunidad para mostrar con elocuencia como se refuerzan los liderazgos mas peligrosos, los que emergen del resentimiento. Cientos de personas de barrios marginados, aquellas que el estado ubicó fuera del mapa y cuyas fronteras se encuentran fuertemente controladas, vieron

como en una postal como todo ese mundo, por un dia era posible: el acceso al consumo de todo cuanto podían cargar y todo el resentimiento acumulado que podía violentamente descargar. La televisión transmitía en directo pero los sucesos pasaban muy rápido, y la opinión de los periodistas era predecible, preferí ver a través de internet, la gente colgaba imágenes de los barrios y comerciantes que lo habían perdido todo, la sensación de impotencia iba creciendo. Por esas posibilidades que me dá la tecnología que ni mi ojo ni mi coraje hubieran permitido, me acerco a los rostros de los saqueadores y puedo ver en sus caras una mezcla de violencia con una especie de satisfacción casi infantil, sin que ello les devuelva la inocencia. Una energía colectiva que los convierte en una peligrosa máquina que arrasa con todo a su paso. Me pregunto si acaso eso no es una máquina deseante. Una masa de energías en su punto mas álgido de acción, puesta en marcha por una trama de relaciones entre sus miembros y conducida ( la máquina) por una especie de circuito de miradas nerviosas al acecho, veloces, que se adelantan por segundos a lo que sus cuerpos parecen saber, que tomar, que dejar, que destruir, como cubrirse..y como huir. Creo que ese impulso sale de un lugar desconocido, podría ser el inconsciente, no ese que el psicoanálisis nos describe, (acá recuerdo las palabras de Luis Garcia en el encuentro) no como un teatro de representaciones sino como un motor, unas veces siniestro que se articula con otros para poner a andar una máquina aplastadora. Pienso por qué no formo parte de esa máquina, y sé que esos deseos no son los míos, y acá no hay moral que ayude: no es por buena, es solamente por que por alguna razón no nací dentro de una clase excluida. Esas clases que son bombardeadas por la imagen de otra vida posible negándoles todo tipo de acceso a ella. Ese mecanismo perverso y efectivo que mantiene a las clases reguladas y oprimidas y que días como hoy no encuentran límite y salen como un monstruo.

Hoy no hay transporte público y hay asueto con lo cual no tengo que salir a trabajar, tengo un espacio de tiempo para producir, y solo puedo hacer unos dibujos de autómata como ejercicio de concentración, no hay nada en lo técnico que ayude a este relato. Intentar comprender, preguntarme de nuevo si es el arte el lugar desde donde enfocar. Pero una vez mas reconozco que esa no es la pregunta correcta, por que ya sé que hay un lugar de libertad que todavía preservo y es el lugar desde donde resistir. Seguro que la elección no atenúa la impotencia y el dolor que muchas veces la realidad me produce, pero creo que solamente desde acá puedo producir. Hoy no encuentro ningún aspecto positivo, esta sensación de incomodidad la puedo reconocer en mi. Y eso será lo que me ponga a andar como una máquina en un sentido que reconoceré como tendencia correcta. Hoy no lo sé, pero de nuevo cito el concepto de incertidumbre, el principio de indeterminación (y de paso podrán reconocerme en el grupo, va una cita de un blog personal).

Hace 10 años en el mes de Noviembre en el marco de un acontecimiento artístico del cual trabajé de curadora, produje un dispositivo llamado: “Pedí un deseo” que consiste

en unos papelitos de calidad insignificante que tienen impreso esa leyenda y el dibujo de una flor de jacarandá. Con la fuerte esperanza de que “otro” lo encuentre y ante el pedido poco imperativo y amigable, o por superstición detenga sus pensamientos por fracción de segundos y pida un deseo. Propiciar ese motor poderoso no garantiza la “tendencia” del deseo, pero en lo profundo hay una apuesta transformadora.

Cada Noviembre repito la acción de distribuir los papelitos en los taxis, en las calles, dentro de revistas y libros, en pólizas de seguros de distintas maneras para que lleguen a una persona de manera individual, apelando a ese momento casi íntimo donde nos vemos a nosotros mismos. Ese lugar del primer paso para poder comprender luego la construcción de una subjetividad colectiva. Algunos textos de Benjamin me hacen pensar que el autor lleva a ese momento, al mínimo gesto ahí donde se constituyen las relaciones, el carácter transformador de la realidad: La Pipa
Esta operación está dirigida al momento del encuentro, no el preformático o al que supone un espectador, sino el del encuentro con el objeto y solo se activa cuando se desconoce su procedencia del campo del arte. En un circuito cercano y artístico esta pieza puede reconocer un autor, pero no es ahí donde funciona como el dispositivo que pretende ser y del cual no hay control posible:
(Otras producciones como : una/ otra deriva: práctica que me ha permitido recorrer distintas ciudades a partir de un dibujo en el plano, o jornadas de serigrafías o trabajos comunitarios me encuentran en un lugar enfrentado a cualquier práctica que reproduzca el modelo de espectacularización.)

http://scolamieri.blogspot.com.ar/2013/12/041213-alberdi-cordoba-argentina.html


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Notas sobre arte y policía en Córdoba

            Texto derivado por Ana Sol Alderete*, a partir de “04/12/13 Alberdi- Córdoba- Argentina- América del Sur”, de Belkys Scolamieri
            
El último diciembre en Córdoba dejó, entre otras cosas, un texto (o la postal de un estado de cosas) en un blog; y es a partir de éste que surgieron los interrogantes sobre la relación entre arte y policía. ¿Cómo puede la crítica de arte insertarse en ese vínculo?
            1
            Una tarde de fines de 2011 un grupo de personas salió caminando desde el Paseo de las Artes con una gran bandera sostenida por tres largos palos. Entre las personas que caminaban con la marcha, algunas tomaban fotos, otras estampaban esténciles en el pavimento y otras detenían el tránsito y entregaban folletos. La bandera decía “casa 13” y era llevada hasta la Sala Farina en la Ciudad de las Artes, donde se inauguraba una exposición dedicada a diversos colectivos artísticos de Córdoba. En el camino, un grupo de policías encontró la marcha y espontáneamente decidió acompañarla en el recorrido y organizar el tránsito a medida que circulaba. En eso estaban cuando el chofer de un colectivo, que esperaba le dieran paso para continuar su recorrido, le preguntó a un agente “¿de qué se trata esto?”. El policía le contestó “no es nada para preocuparse, sólo un grupo de artistas”. Ese día yo caminaba con la marcha y en el colectivo viajaba Belkys Scolamieri.
            Las relaciones entre arte y policía no se notan mucho hasta que se notan casi demasiado. Podría decirse lo mismo sobre la forma en que otras prácticas sociales (por ejemplo el deporte, la gastronomía o la mecánica) se vinculan con la policía; y algo muy similar sobre la relación entre arte y algunas instancias sociales (por ejemplo la propiedad privada, el canon académico o la publicidad) cuestionadas y cuestionables. Nada nos inhibe, en todo caso, de considerar que esos vínculos son críticos en todos y cada uno de los casos. Estas notas devienen de una situación, si se quiere traumática, que interpeló a esa relación en particular en un lugar específico. Fue una situación que muchas personas en Córdoba experimentamos de manera separada pero con cierta afinidad. La que hay entre Belkys y yo, por ejemplo, se sustenta en que compartimos la anécdota de arriba, un seminario en noviembre de 2013 y el interés por ciertas superposiciones orientadas a la transformación: la superposición de la lectura con la escritura, de la producción con la crítica, del presente con la historia.
            El artículo que escribimos ahora involucra confusamente dos personas gramaticales. Una de ellas es una primera persona singular citada literalmente de un texto publicado en El mundo es pequeño y grande a la vez, el blog de Belkys Scolamieri. La otra es la primera persona plural con la que intento integrarme a ese texto del que soy lectora y, ahora, responsable de su versión derivada. El artículo refiere a “lo que está sucediendo” (así, en presente) el cuatro de diciembre de 2013[1]. Y, aunque hoy ya no sea ese día, haremos el ensayo (y cometeremos el error) de seguir escribiendo ese texto porque sospechamos que mucho de eso todavía nos está pasando.
            2
            “Lo que está sucediendo” refería entonces al auto-acuartelamiento de la policía de la provincia el día martes tres de diciembre, con motivo de un reclamo salarial. La medida de fuerza produjo una “zona liberada”[2] de dimensiones enormes y fue seguida de una serie de acciones colectivas que entraban en aparente contradicción: por un lado, en los barrios de la ciudad de Córdoba las personas se organizaban y entraban compulsivamente a los supermercados para arrebatar las mercancías que se les habían aparecido como inaccesibles hasta ese momento. Por el otro, mientras tenían lugar los saqueos, un número parecido de personas entraba en contacto de manera sedentaria a través de una red social de internet.
            Por esas posibilidades que me dio la tecnología, que ni mis ojos ni mi coraje hubieran permitido, me acerqué a los rostros de los saqueadores y pude ver en sus caras una mezcla de violencia con una especie de satisfacción casi infantil, sin que ello les devolviera la inocencia. Una energía colectiva que los convertía en una peligrosa máquina que arrasaba con todo a su paso. Me pregunté si acaso eso no era una máquina deseante. Una masa de energías en su punto más álgido de acción, puesta en marcha por una trama de relaciones entre sus miembros y conducida por una especie de circuito de miradas nerviosas al acecho, veloces, que se adelantaban por un segundo a lo que sus cuerpos parecían saber: qué tomar, qué dejar, qué destruir, cómo cubrirse y cómo huir.
            Una tercera iniciativa se sumó a la serie de acciones y reacciones colectivas desencadenadas por el auto-acuartelamiento de la policía provincial. Así como las personas se organizaron para saquear aquello que habitualmente las bombardea como imagen de otra vida posible, otros grupos hicieron lo propio como guardianes de algunos comercios y combatieron a esa máquina arrasadora, provocando una especie de cacería urbana que acaso fuera capaz de defender la vida cotidiana hasta entonces conocida. ¿Hubo allí artistas y prácticas artísticas? En tal caso ¿de qué modo entraron en contacto?
            3
            La acción de intentar escribir, afirmar sin certezas o plantear preguntas, y aquello que se escribió y publicó constituye, para nosotras, el producto de la relación entre arte y policía. La escritura de Scolamieri se situaba en una suerte de estado mental y emocional que conjugaba la sensación de haber perdido la capacidad de saber con la aparente imposibilidad de asentar un pensamiento riguroso que resultara adecuado al presente. Expresaba, por lo tanto, desconfianza ante cualquiera de los argumentos que, previsiblemente, se desarrollarían con posteridad a los hechos.
            Este producto funciona como la postal de un estado de cosas. Por eso, “lo que está sucediendo ayer y hoy en Córdoba” es al mismo tiempo un punto de partida desde el cual indagar sobre la posibilidad de un cambio de estado: luego de una noche larga interrumpida por los ruidos de balaceras y saqueos, deseamos ya no ser las mismas personas hoy que ayer. Una tal transformación, que compromete nuestras expectativas de significativos cambios en lo humano, es anhelada al mismo tiempo que temida. Es en situaciones como esas cuando esperamos que todo lo leído y pensado adquiera sentido en el contexto de la experiencia.
            El presente de diciembre de 2013 se ha extendido y todavía nos formula preguntas: ¿hemos experimentado nosotras, precisamente leyendo a Walter Benjamin en aquellos días, el fascismo?; ¿cuáles son los mecanismos que elegimos para dar cuenta de los sentimientos encontrados que atravesaron este texto?; ¿cuáles son los mecanismos que elegimos para evadirnos de esas contradicciones?; ¿cómo reescribimos siete meses más tarde?; ¿cómo somos ahora a partir de la forma en que nos vimos entonces?
            Es pensable (para quienes escriben y para quienes leen) que entre las ciudadanas y los ciudadanos organizados que saqueaban o protegían comercios hubiera personas que se considerasen a sí mismas artistas y a su práctica arte. ¿Hubo entre esas personas quienes fueron consideradas intelectuales por otras y otros?; ¿fue alguna de estas actividades una acción intelectual conceptualizada?; ¿fue alguna de estas acciones excepcionalmente violenta?
            Probemos ahora enunciar una suposición fastidiosa: ninguna práctica artística conocida fue autora ni partícipe de ninguna de estas acciones. ¿Es que las prácticas artísticas solo pueden tener lugar en determinadas circunstancias de institucionalización de las violencias[3]? ¿Acaso solo puede haber ejercicios del arte en un territorio cabalmente habitado por la policía? Sería apresurado responder afirmativamente estas preguntas. Cabría preguntarse si alguna otra actividad artística que involucrara la auto-organización de personas tuvo lugar, de manera espontánea, dentro de lo que sucedió y fue vivido en esos días. Podríamos preguntarnos también si las actividades intelectuales tienen alguna expectativa genuina de arrebatarle cosas al presente.
            4
            Pensamos en cómo es que formamos o no parte de esa máquina, por qué no somos capaces de reconocer los deseos que la movían como nuestros, y no hay moral que nos ayude. Otra vez, la pregunta parece engañarnos un poco: no podemos suponer que conocemos las fronteras entre formar parte y no, aunque éstas sean fuertemente intuidas; no podemos desentendernos de ideas de felicidad que comprendemos, aunque no nos hagan felices; no pudimos determinar cuándo la violencia devino excepción, si es que en algún momento eso ocurrió.
            Con la expectativa de emprender una crítica de arte de lo que está sucediendo y que, a su vez, lo que está sucediendo se convierta en una crítica al arte, es que este texto se posiciona en lo público y es dado a leer. Lo que puede criticarse desde el arte es justamente esa narrativa de la excepción que enunciaría: “'lo que está sucediendo' comenzó el martes tres de diciembre y terminó el miércoles cuatro con un discurso que el gobernador de la provincia dio públicamente al mediodía”. La crítica (que un arte no disciplinario, como diría Laddaga, haría desde su rol de promotor privilegiado de la imaginación colectiva) es justamente que lo que está sucediendo todavía ocurre hoy: en todas las relaciones entre dos personas, en todas las obras de arte y en todos los trayectos, en la propia dificultad pública para referir quién fue víctima de este estado de cosas. En cada acontecimiento anterior y en cada anécdota presente está inscripta la violencia de una frontera social que hace que unas y unos vivan con garantías y otras y otros sin ellas.
            Pero es justamente eso lo que tiene diciembre de 2013 como crítica al arte. En el despliegue de incertidumbres al que fuimos expuestas y expuestos, en el descoyuntamiento de las garantías, no hubo una postura intelectual en sentido amplio, ni artística en un sentido más específico, capaz de reposicionar lo sabido antes respecto de lo vivido entonces. Lo experimentado como excepción en esos días no ha sido (todavía) reinventado para arrebatar el dolor ni para insertar con energía un sentido de cambio al presente, y acaso sea esa la promesa sostenida con la mayor de las confianzas por todas y cada una de las comunidades artísticas activas hoy[4]. La posibilidad de hacerlo está perpetuamente ahí. Repensar los mecanismos íntimos podría ser el primer paso para comprender la construcción de una subjetividad colectiva.
            5
            No hay nada de filosófico en asombrarse de que las cosas que estamos viviendo sean “todavía” posibles en el siglo XXI. Nuestra relación con el pasado no es inmutable, es única hoy, mañana, el día en que estas palabras sean leídas. Lo que está sucediendo está saturado de tensiones. Vemos como en una postal la constelación de relaciones entre ayer y hoy. ¿Cómo lo nombramos? La fuerza de una clase media asustada acogió a sus prácticas artísticas. En diciembre y luego, en debates y conversaciones, se habló del carácter fascista de las masas. Pero ¿qué es fascismo en este presente[5]?
            ¿Cuántas cosas, o cuáles, debería un sector de la sociedad arrebatarle a los otros para desquiciar el sistema de fuerzas sobre el que experimentamos fronteras de clase? ¿Qué ocurriría si se saqueara la energía artística de los sectores privilegiados? En el contexto de estas reflexiones, queda una última cuestión. La pregunta es si el arte solo es pensable en un estado donde la actividad policial existe. Donde el agente policial garantiza tranquilidad al chofer de colectivo y el agente artístico nada tiene que hacer con la marcha de la policía sobre el pavimento. La pregunta es, en todo caso, si el arte podría ser arrancado de ese estado.




[1]              El texto se encuentra publicado con una licencia copyleft en http://scolamieri.blogspot.com.ar/2013/12/041213-alberdi-cordoba-argentina.html (fecha de consulta 10/07/2014). De aquí en adelante, el cambio de tipografía en verbos o frases indica que la primera persona singular ha sido tomada literalmente de este texto.
[2]              La expresión zona liberada refiere a un territorio que goza de impunidad para determinadas actividades, garantizada por la inactividad de las fuerzas policiales. La expresión se consolidó, aparentemente, al ser utilizada en la década de 1970 por los Grupos de Tareas para referirse al “permiso” que tenían para realizar sus operativos en diferentes jurisdicciones policiales, según el testimonio de sobrevivientes del terrorismo de estado en Argentina. Ver por ejemplo http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-90336-2007-08-26.html: “Los victimarios gritaban '¡zona liberada!' y comenzaba la cacería” (fecha de consulta 10/07/2014).
[3]              La referencia a la policía como un aspecto central de la institucionalización de la violencia ha sido puesta de manifiesto, entre otras y otros, por Walter Benjamin en su ensayo “Para una crítica de la violencia”, publicado originalmente en 1921: “[D]esde el punto de vista de la violencia (la única capaz de garantizar el derecho), no hay igualdad, sino, en el mejor de los casos, violencias igual de grandes” (Estética y política, Las Cuarenta, Buenos Aires, p. 56). El autor relaciona y distingue tipos de violencias, especialmente aquella fundadora de derecho y conservadora de derecho (la violencia del Estado, temeroso éste de otras violencias fundadoras de derecho que instituyan nuevos límites) y la violencia pura e inmediata, que se define por la ausencia de toda fundación de derecho, es destructora de los límites y nunca absoluta respecto del alma de los vivos. Esta última es también llamada violencia revolucionaria hacia el final del ensayo.
[4]              Reza la contratapa de un difundido libro de arte, publicado en 2006: “El proceso decisivo de los últimos años en el universo de las artes es la formación de una cultura diferente a la moderna y a sus estribaciones posmodernas. Un signo particularmente elocuente de este proceso es la proliferación de iniciativas de artistas destinadas a facilitar la participación de grandes grupos de personas muy diversas en proyectos donde se asocia la realización de ficciones o de imágenes con la ocupación de espacios locales y la exploración de formas experimentales de socialización. Estamos ante nuevas ecologías culturales”. (Reinaldo LADDAGA, Estética de la emergencia, Adriana Hidalgo, Buenos Aires).
[5]              En la tarea de hallar alguna explicación del término en su uso presente, encontramos reflexiones elaboradas en Venezuela con motivo de la agitada situación socio-política los últimos meses: “Es importante comprender que el fascismo representa un movimiento de masas: el de la clase media desilusionada y sectores desmoralizados y lumpenizados de la clase trabajadora.” El artículo completo, titulado “¿Qué es el fascismo y cómo combatirlo?”, puede leerse en http://www.elmilitantevenezuela.org/index.php?option=com_content&view=article&id=7431:ique-es-el-fascismo-y-como-combatirlo&catid=3&Itemid=100037 (fecha de consulta 10/07/2014).

Fuente: http://casa13.org.ar/un-pequeno-deseo-sospechas-testigos-y-pistas-confusas-n23/
Este texto está publicado bajo licencia de: http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/deed.es_ES


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